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Barbados, un emocionante viaje familiar en tiempos convulsos

Barbados es el hogar adoptivo de mi hijo Miguel. Si no fuera por la ilusión de verle, y que he ido acompañada por mi hija y media familia, no me habría decidido a tan largo viaje en época aún de pandemia, la terrible guerra en Ucrania y angustia por las crisis que nos envuelven actualmente.

En Barbados ahora hay tranquilidad relativa, porque además del drama que ha supuesto la COVID-19, han padecido de cerca huracanes destructivos, erupciones volcánicas y dengue por picadura de mosquitos furibundos. Así que lo de vivir en un paraíso es relativo. Ahora se requiere un gran esfuerzo para la recuperación económica de 10 países y territorios del Caribe Oriental. Precisamente en el Proyecto Future Tourism para ayudar a las PYMES a recuperarse de la pandemia es en lo que trabaja Miguel en la ONU (PNUD).

Gente estupenda la de Barbados. Y el espíritu de Naciones Unidas lo hemos respirado tanto en la familia como en las buenas, diversas y amplias relaciones con las que hemos disfrutado, acogidos por tan magnífico y especial anfitrión. Desde estas líneas, también nuestro agradecimiento inmenso a Joha y Matías, alegres, divertidos y acogedores. Han compartido con nosotros sus casas, tiempo y amistad ¿Se puede pedir más?.

Este será, posiblemente, el mejor viaje familiar de nuestra vida. ¡Teníamos tántas ganas! Así que me preparo para vivirlo con todos los sentidos.

VIAJAR ES VIVIR TRES VECES

Eché en mi equipaje la intención de estar presente, sin expectativas, en lo que apareciera cada día. Abierta para dejarme sorprender. Por eso preparo los viajes con la estricta información práctica para no tener problemas. Luego, me dejo estar, sentir. Preferiblemente, sin prisas. Cuando vuelvo a casa y buceo en las experiencias, relleno con más información los huecos, edito las fotografías, escribo. Para hacerme una idea pasada global, de síntesis, rememorando y sacándole más sabor a los datos, sensaciones, imágenes… Entonces, se crea otra experiencia. Para mí, viajar es vivir tres veces.

Tenemos una maravillosa y a la vez traicionera capacidad de inventar el tiempo. Hay un truco para crear recuerdos: haberlos vivido, momento a momento, con mucha atención. Absorber cada instante, estar presentes con todos los sentidos y dejarte sorprender. Sin prisas. Captarlos con la cámara, escribir algunas notas y compartirlos, es un buen refuerzo para la memoria.

HACIA OTRO CONTINENTE

Salimos desde Granada en AVE hacia Madrid. Allí, y en Londres, nos reunimos con el resto de la familia. Lo más ligeros de equipaje que permite tan largo viaje. Volamos con Air Europa a Londres (Gatwich). Hemos realizado un montón de trámites largos y estresantes online. Controles exhaustivos internacionales en época de pandemia COVID-19. Además de la PCR negativa 72 horas antes (suerte de que acaban de suprimir el test de antígenos 24 horas), la exigencia del certificado de vacunación fuera de Europa es de 2 o 3 dosis de vacuna.

Nos espera con British Airlines un viaje transoceánico de 8.20 h y 6759 Km. Aperitivo, comida y merienda son aceptables. Debe ser rentable relajar al pasaje, porque ofrecen bebidas alcohólicas sin restricción, así como una amplia gama de entretenimiento digital. Yo me lo paso muy bien navegando con el Google Earth Map por todo el mundo. El vuelo, espléndido, sin turbulencia alguna. Hace frío en el avión, a pesar de la mantita azul que te dan. Además del chaquetón del invierno europeo, me puse el chal de lana a modo de bufanda. Ese que llevaba por si refrescaba en las noches caribeñas; y que no usé ni una sola vez. Que no haya contrastes de temperatura va a ser una sensación completamente nueva para mí.

Los planes

La idea de nuestra estancia de 9 días en Barbados es recorrerla desde el campamento base de la casa de Miguel, que nos ha prometido atardeceres en diferentes sitios cada día, recorriendo Sur, Norte, Centro, Costa Este y Costa Oeste,. La isla se divide en 11 distritos (parroquias) con nombres de santos. Miguel vive, curiosamente en Saint Michael. Desde el principio tengo el mapa para hacerme una idea general de la isla; pero nada más, nos dejaremos llevar por nuestro anfitrión.

Iniciaremos nuestro recorrido por South Coast, cerca de casa. La isla se recorre fácilmente en excursiones de un solo día. Nos lo vamos a tomar con calma. Vamos a movernos en coche particular (se conduce por la izquierda) y visitar algunos lugares que solo frecuentan quienes viven aquí. No sentirme turista de masas me gusta.

Barbados es una isla de coral, así que no tiene montañas ni ríos. Está situada entre el mar Caribe oriental y el océano Atlántico occidental, al noreste de Venezuela, en la parte sur de un arco de islas. Tiene una superficie de 430 Km 2 y 285.000 habitantes. Está junto a la isla de Granada, curioso dato para los granadinos. El inglés es la lengua oficial, la mayoría de su población es negra y acaba de constituirse como república. Se independizó del Reino Unido en 1966 y renunció a Isabel II como jefa de estado. La primera ministra es una jueza negra, del partido laborista: Mia Mottley, a la que quieren mucho y que ha arrasado en las urnas, por sus medidas anticorrupción, sociales y de modernización en infraestructuras y transporte, en el poco tiempo que lleva en el cargo.

Primeras impresiones

Llegamos al Grantley Adams International Airport (BGI) a las 18:20h. Es la primera vez que llega un vuelo completo desde hace dos años. Hay controles muy exigentes: si no tienes el certificado de vacunación completo (mínimo 2 dosis) te ponen en cuarentena aislado varios días y con una pulsera de localización. Además de otros papeleos que previamente ya te han aceptado para entrar en el país.

En Barbados comienza la temporada turística alta debido a las agradables temperaturas de 26-28º que se mantienen estables y con algún chaparrón corto y refrescante cada día. La casa de Miguel está en una tranquila urbanización de casas unifamiliares, en el barrio Britton Hill. Tiene un porche rodeado de jardines y el mar se recorta en el horizonte. Nos recibe el croar de ranas al atardecer. Ese sonido se quedará ligado a las noches barbadienses, junto al sabor del rum punch, dulce y suave, con el que brindaremos cada sun set, despidiendo al sol en cada playa y celebrando poder estar juntos.

La noche cálida y apenas un rumor de olas nos invita a cenar en Tiki Bar (Rockley, South Coast). Me da la impresión de estar en el bar de Catherine, de tanto ver la serie “Crimen en el Paraíso” desde hace años para imaginarme el ambiente dónde vivía mi hijo. Y por fin el sueño se hace realidad. Comemos fish cakes, que son una especie de buñuelos de pescado; voy a elegir el resto del viaje probar pescado barbadiense en sus múltiples combinaciones con verduras y frutas.

El barrio, bajando de Brittons Hill a Hastings

Amanecemos temprano a pesar del cansancio del viaje. Me agrada respirar la mañana, sentada en una gran silla blanca de madera, rodeada de árboles. Pasa un mono por delante, tan tranquilo. Dos colibríes sobre las flores. Un relámpago de sorpresa me hace reír.

Todos los desayunos aquí serán un lujo contemplativo

Almorzamos en Art Splash unas elaboradas y sabrosas tostadas, café y zumo de frutas con jengibre. En Barbados, los camareros se toman su tiempo, desde luego que no se agobian. Comenzamos a familiarizarnos con la moneda: dólares barbadienses que al cambio son aproximadamente la mitad de los dólares U.S. En general, los precios son más caros que en España. Luego vamos a un supermercado de la zona. Curiosamente, no hay personas blancas. La mayoría de la población es negra, y aunque se percibe muy buena convivencia, hay zonas diferenciadas por costumbres más bien. También es cierto que la mayoría de los turistas son ingleses que se mantienen casi encerrados en resorts, y van de la playa al bar, del restaurante al hotel. O se esconden en exclusivas urbanizaciones.

Los espacios son muy amplios, ya que la arquitectura es de casas bajas con jardines, desde minúsculas hasta enormes, muy coloridas. Me encantan las casitas sobre todo. Pasamos junto a los edificios de la Unión Europea, OMS y Naciones Unidas, de agradables proporciones. Me conformo con ver desde la calle la oficina de Miguel, ya que el acceso está permitido únicamente a sus trabajadores, por el protocolo covid. Me habría gustado conocer sus instalaciones y charlar con la gente. También la Facultad de Medicina y el Hospital , pero no hay forma de entrar; las medidas de seguridad son muy estrictas. Nuestra estancia en Barbados será exclusivamente en exteriores. Mejor; no hay aglomeraciones ni contaminación. Un alivio respirar tranquilos.

Tortugas y yoga

Estamos en Hastings, Costa Sur. Bajamos caminando desde la colina de casa hasta el Boardwalk o paseo marítimo. Lo recorremos despacio, está cuidado y no hay bullicio.

Allí haremos yoga por la tarde y veremos las indicaciones de protección de las tortugas, una preciosidad en azulejos y carteles. La protección de las tortugas es una prioridad aquí. Vuelven a desovar al lugar donde nacieron. Pero suelen perderse con la luz de las calles, que no es la de la luna. Así que los humanos están bastante concienciados con su cuidado. Iremos mañana a visitarlas al mar.

Pebbles y Brownes beaches (Carlisle Bay)

La primera playa a la que vamos, la más cercana a casa, es Pebbels Beach. El contacto con la arena tan blanca y fina, que parece harina, es impactante. Damos un largo paseo y hasta un arcoíris nos envuelve. La temperatura es muy agradable, imaginaba un sol plomizo. Al mediodía compramos bocadillos de pescado y lechuga: los ricos fish cutters de Cuzz, un puesto playero. Y ya iniciamos la costumbre del rum punch que parece una bebida nacional. Es realmente suave y se toma con mucho hielo, soda o zumo de fruta y nuez moscada en polvo. En Barbados presumen de tener la destilería más antigua del mundo y el mejor ron. Casi todo el mundo estaba con su vaso, charlando dentro del agua. Nuestro primer atardecer de un viernes animado, concurren muchas parejas y familias conocidas y empiezan las presentaciones. De fondo, compitiendo con el batir de las olas, música soca y calypso, tan animadas que ya se nos va a meter en el cuerpo el resto del viaje. Primera puesta de sol en Pebbels Beach.

Noche en Oistins Fish Market

La noche, en Oistin Fish Market. Puestos de artesanía y cantidad de fogones asando pescado. Un barullo fenomenal de humo, gente, música y baile. Probamos Mahi-Mahi (Dolphin le llaman, aunque realmente no es delfín), macarroni pie y breadfruit como especialidades culinarias de la zona. El breadfruit es un fruto de un árbol; asado, su consistencia permite presentaciones a modo de pan, que combina bien con todo, incluido plátano frito. Aquí, la bebida es cerveza local muy buena: Banks.

Bridgetown, capital de Barbados

Los pueblos indígenas la llamaban «Puente Indio». Posteriormente cambió su nombre a San Miguel (situada en esa parroquia barbadiense). Su nombre actual hace referencia al puente sobre un hermoso puerto natural. Y aunque lo consideran estuario del «río Constitución» realmente no es tal, ya que Barbados carece de ríos y lagos naturales, aunque sí es rica en acuíferos y agua de lluvia filtrada.

Declarada Patrimonio de la Unesco en 2011, es la mayor ciudad de Barbados, y aún así tranquila y agradable de caminar. Su arquitectura es de influencia colonial inglesa. Cerca del puerto está el Parlamento, al que bordeamos mientras almorzamos unas suculentas empanadillas de lentejas picantes y agua de coco. Comida callejera local.

El sabor de los mercados

Desde ahí, un breve paseo hasta el mercado de abastos. Queremos ver el pescado más característico de este mar caribeño, como el pez volador (flying fish), que tanto se utiliza en la cocina barbadiense. Probamos igualmente frutas y verduras desconocidas para nosotros en sabor y aspecto.

Seguimos hasta Pelican Village. Aún está las tiendas cerradas por la pandemia. A excepción de la de una simpática emprendedora local: Alexandra Pilé, que elabora cremas y aceites. Se alegró tanto de que visitáramos su establecimiento y compráramos sus productos, que enseguida nos subió a sus redes sociales. Lamentablemente, se despidió de la vida un año después; me quedo con su sonrisa.

Sus plazas más emblemáticas

Aún nos quedan fuerzas para recorrer Independence Square y Golden Square, escudriñando despacio unas curiosas obras artísticas, así como un gran muro de ladrillos cada uno de los cuales muestra un reconocimiento a las personas y familias que contribuyeron (y siguen haciéndolo) a la creación y prosperidad del País. Nos sorprende encontrar a un «Morales»

Un descanso bailón

A estas alturas del mediodía ya se notan el cansancio y la sed. Así que nos sentamos en un bar minúsculo en medio de una acera con sillas y gente del lugar en relajada conversación o jugando al ajedrez (allí hay mucha afición por los juegos de mesa). Unas cervezas super frías y la música soca omnipresente nos levantaron enseguida la energía. Espontáneamente, nos lanzamos a bailar. La camarera (caderas, pechos y mirada abundantes), nos dirige una sonrisa condescendiente. Vaya blanquitas sosas, parece pensar. Recogemos el guante, retiramos la vergüenza y dejamos que nuestro brío flamenco haga de las suyas. injertado en el espíritu caribeño que ya se nos va contagiando.

Todo el cuerpo se vuelve alegría subiendo como la espuma, y la sonrisa de la mujer negra se expande, cómplice. Música en vena, movimiento. La música rompe fronteras, desde luego.

Atardecer en un catamarán

La tarde es larga para navegar. Alquilamos un catamarán, capitán y tripulación incluidos. Nos acompañan nuestros queridos coanfitriones Joha y Matías y amigos Juan y Cristina. Más música, bebidas y canapés.

Bajamos a nadar con las tortugas en Carlisle Bay (South Coast). Son muy tranquilas y solo con gafas y tubo se ven fácilmente.

La alegría de la juventud

Os aseguro que no es fácil mantener el equilibrio con el barco en movimiento, intentando bailar en la proa sin derramar las bebidas que los marineros no dejan de traernos. Y tánto buen humor que me contagian amigos y sobrhijos. ¡Qué alegre juventud!

Pasadas unas horas, nos dejarnos acariciar por la puesta de sol recorriendo la costa oeste y llegando hasta Holetown, en el tercio medio de la isla.

Hacemos aqui otra parada. Joha se ha traído un sillón flotante, y nos lanzamos al agua de nuevo en animada tertulia. Irradia positividad y energía un año después de haberse recuperado , y se bebe los momentos celebrando la vida. Ha sido una gran alegría para todos estar así con ella. Seguro que pronto volverá su melena al viento.

Algunos nadan hasta la playa de One Sandy Lane, más conocida como «la casa de Rihanna».

También actriz, diseñadora y empresaria, escucha esta música si quieres conocer a una de las cantantes más famosas y ricas del mundo, declarada Héroe Nacional de Barbados. Esa fabulosa mansión contrasta con su casa natal, que otro día fuimos a visitar, en un sencillo barrio.

Y hasta aquí las vivencias de los dos primeros días. En próximos capítulos os contaré cómo descubrimos más playas salvajes de todas las costas y atardeceres, la divertida fiesta en una de las discotecas más famosas de Barbados, visita a la fábrica de cerámica más emblemática, bucear entre barcos hundidos, subir a un faro abandonado, recorrer una cueva…y pequeñas sorpresas más.

Mar Morales Hevia

Autor Mar Morales Hevia

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