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«La vida es eso que pasa mientras estás ocupado haciendo otros planes»

John Lennon

No estamos presentes cuando estamos distraídos

Percibimos aquello a lo que prestamos atención. Iluminar, llevar la luz, alumbrar, es lo que hace la atención. Si algo no nos interesa o motiva, tenemos un sesgo más desarrollado de atender prioritariamente a lo que puede ponernos en peligro, lo que sea una amenaza a nuestra integridad física, mental, emocional o cultural. Es un sistema de alerta que nos protege; es lo positivo. Pero lo negativo es que ese automatismo ha llegado a seguir manteniéndose aún en ausencia de peligros. A menos que seamos conscientes y ejercitemos la capacidad atencional y de concentración, nos vence la tendencia a distraernos u obsesionarnos con la negatividad.

Enciende tu luz, el super poder de concentrarnos

Necesitamos atención para lo inmediato, tanto central de foco -cerrando el objetivo con una concentración unipuntualizada- como atención periférica. Necesitamos también llevar luz hacia nuestras metas a largo plazo, esos proyectos que se desarrollan con el tiempo. Tengo muy presente a Tagore diciéndome “Si quieres arar derecho tu surco, engancha tu arado a una estrella”. A esta atención, Williams James (Stand out of our light, 2018) la llama “luz de estrella”: https://www.youtube.com/watch?v=MaIO2UIvJ4g. cuando nos sentimos perdidos, alzamos la vista hacia las estrellas y recordamos en qué dirección avanzamos.

 

Archivo de imágenes de la NASA. “Galaxias en el río” Crédito de imagen y licencia: CTIO/NOIRLab/DOE/NSF/AURA; R. Colombari, M. Zamani y D. de Martin ( NOIRLab de NSF ) https://www.nasa.gov/image-galleries/

Y necesitamos “luz del día”: reflexionar y pensar con claridad para indagar y averiguar, para ver las cosas con más lucidez. Perder esta atención sería la más profunda de las distracciones humanas. Quedaríamos atrapados en un espacio mental sumamente reducido para desplegar nuestra vida y nuestra historia. En el sinsentido de lo meramente banal.

A estas luces, Johann Hari añade la “luz de estadio”, la que nos permite vernos y oírnos unos a otros, y trabajar juntos para formular metas colectivas y luchar por ellas.

¿A dónde va nuestra atención?

La atención se enfoca y engancha en lo que nos interesa mucho o anhelamos intensamente. Y en lo que puede dañarnos, problemas no resueltos, conflictos interpersonales. Se queda secuestrada allí, estando poco disponible para el resto de los sucesos de nuestra vida cotidiana. Permanecemos ajenos, poco conscientes. Y nuestras respuestas se vuelven automáticas, salimos al paso reaccionando de una forma poco consciente. Dejamos de darnos cuenta, de estar presentes realmente en lo que ocurre en nuestro interior y alrededor de nosotros. Perdemos libertad para responder. Nos enfocamos casi exclusivamente en un campo muy reducido de percepción; y nos perdemos el resto. Cortedad de miras, mente estrecha. ¿Vivimos la vida, o ella pasa por nosotros sin apenas darnos cuenta?

El problema

Somos una sociedad con graves problemas de atención. Además de por ciertas enfermedades, las principales causas son dormir poco, trabajar demasiado, cambiar de tarea cada tres minutos, ser seguidos y monitorizados por redes sociales pensadas para descubrir nuestras debilidades y manipularnos para ver contenidos sin fin. Estamos estresados, vivimos deprisa y nos volvemos hipervigilantes, no sabemos descansar ni relajarnos física y mentalmente, el sedentarismo desplaza al movimiento, adoptamos unas dietas que nos llevan a tener picos de desplomes de energía, y respiramos a diario sopa química de toxinas que nos inflaman el cerebro.

Las consecuencias

He podido comprobar a lo largo de mi vida profesional y personal, en todas las edades y ámbitos, algunos de los estragos más evidentes producidos por una escasa capacidad de atención y concentración. Y esto se ha acelerado en los últimos años.

Agotamiento, disminución del aprendizaje y del rendimiento mental y laboral, pensamiento superficial, problemas de memoria, conocimiento escaso, propensión a accidentes, alteraciones de salud, dificultades de comunicación, deterioro cerebral, envejecimiento acelerado, perdida de la capacidad de disfrutar, ansiedad, insomnio, trastornos emocionales, desplome de la lectura sostenida.

Son también conclusiones de numerosos expertos a nivel mundial. Johann Hari ha publicado sus entrevistas en la obra de reciente aparición, editada por Península: El valor de la atención. Por qué nos la robaron y cómo recuperarla (2023).

El remedio: recupera tu luz

Urge ganar la guerra a un enemigo que utiliza armas de distracción masiva. Es una epidemia social de difícil manejo. Pero podemos aún ir al rescate de nuestra escapista atención. Merece la pena, por todos, que le dediquemos cada día un tiempo atento a la tarea de saber concentrarnos, de reeducar a una mente muy dispersa.

Esto requiere considerar críticamente nuestros hábitos y favorecer rutinas saludables: dormir, hacer ejercicio, disminuir pantallas digitales, meditar, evitar dietas poco saludables, gestionar el estrés, desconectar de las tecnologías de vez en cuando, abandonar la multitarea, reconciliarnos con el silencio, dejar que la mente divague o concentrarnos en actividades de Flow. Y hacer de nuestra atención una aliada perseverante es todo un entrenamiento mental de largo recorrido. Necesitamos ejercitarla como si fuera un músculo.

Ya lo decía Cajal: “todos podemos ser, si nos lo proponemos, escultores de nuestro propio cerebro”.

Desarrollar la concentración nos permite crecer y florecer al máximo de nuestras potencialidades. Para ello, es preciso identificar y detener a los ladrones de nuestra atención y ejercitar una concentración clara, mantenida y estable.

Este es el núcleo y la base, los cimientos de todo el trabajo que vamos a realizar en los talleres que compartiré contigo.

Si te interesa, no te despistes. Ven.

Una historia de reeducación

Hace 6 meses rescatamos a una perra que corría asustada por en medio de la autovía. Estaba evidentemente abandonada y agotada. Después de rescatarla la acogimos en casa. Al salir a la calle, no había forma de llevarla sujeta con la correa. Se movía erráticamente, se escapaba y no volvía cuando la llamábamos. Estaba nerviosa e inquieta. La hemos ido reeducando con una correa extensible; la dejábamos ir algo más lejos y luego la atraíamos a nuestro lado. Y le decíamos “aquí, ven”.

Poco a poco, hemos conseguido que no se escape; o que si lo hace no vaya muy lejos y vuelva en cuanto la llamamos. Le viene bien ese esparcimiento no controlado, un divagar perruno. Ya no necesita la correa, y la llamo por su nombre. Solo le digo “Firu, ven, aquí”. Y vuelve enseguida. Salvo que vea un gato; entonces, no atiende a nada más.

Un simil parecido nos puso Vicente Simón cuando comencé mi aprendizaje de atención plena. Lo entendí perfectamente y esa imagen viene a mi mente con frecuencia y me resitúa al instante.

Esto ocurre con nuestra atención no entrenada. Que se va detrás de cualquier cosa, a veces no vuelve y se pierde, o retorna agotada por haber estado a saber dónde y cómo. Con algunos meses de entrenamiento es como si tuviera la correa, que es la práctica. Y la voz interior que la llama “ven, aquí”.  

Llevo años practicando; aun así, de vez en cuando aparecen los gatos en mi mente. Pero bueno, no tengo prisa y me siento bien acompañada. Como dice Bhikkhu Analayo, es nuestra buena amiga, la atención, caminando a nuestro lado.

Mar Morales Hevia

Autor Mar Morales Hevia

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