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Nuestro viaje familiar a Barbados continúa https://marhevia.com/barbados-en-el-corazon-de-granada-al-caribe/

En mi relato anterior, os conté cómo iniciamos ese emocionante viaje en tiempos de pandemia covid-19, para visitar a mi hijo Miguel. Disfrutamos de nuestra primera puesta de sol en la playa de Pebbles. Pateamos a fondo Bridgetown, la capital del país, y navegamos en catamarán por la costa este caribeña, nadando con tortugas.

Nos conquistaron el paladar: el agua de coco y el rum punch; los bocadillos de pescado y las frutas. Bailamos al ritmo de Música soca y calypso. Cenamos en el mercado de pescado de Oistins y conocimos la casa natal de la famosa cantante Rihanna.

Entre costas

En este capítulo de mi relato viajero os relato cómo a lo largo de dos días, desde la costa sur, alcanzamos la costa este descubriendo un contraste oceánico: de aguas tranquilas del mar Caribe a unas atlánticas más bravas esculpiendo acantilados. El sudeste es la parroquia de St. Philip.

Vamos a conocer las playas Drill Hall Beach, Bottom Bay, Sam Lord´s Castle y Shark Hole. El menú: los famosos bocadillos de pescado y más Rum Punch en el sitio que presume de tener los mejores, en Cutters, un agradable restaurante de carretera.

Entre días -esa noche- una divertida fiesta de Puesta de Sol en Cala Roca es la presentación en sociedad barbadiense de «La familia de Miguel», como así nos van a llamar a partir de ahora.

Drill Hall Beach (South Coast)

En esta playa, de madrugada, se bañan los caballos del cercano hipódromo. Y si de Barbados tuviera que elegir un color, sería el de estas aguas y su transparencia. Es una playa salvaje de arena finísima y agua turquesa, en la que hay cálidas pozas para sumergirte como en un gran spa.

Llevamos hamacas para colgarlas entre palmeras. Mi sobrino Carlos, haciendo gala de una asombrosa agilidad trepadora (que fue perfeccionando a lo largo del viaje, más altas cada vez) se subió a coger cocos. Se abren fácilmente y es una delicia beber agua de coco, mecida entre palmeras, bajo ese cielo amable.

Había mesas de madera donde se podía hacer un picnic. Aunque nosotros solo bebimos, además del agua de coco, el mate que llevaba Matías, como buen argentino. Joha se llevó unas palas y estuvieron jugando un buen rato. Mientras, yo di un paseo muy relajado con mis hijos, bañándonos en la orilla y sentándonos en lugares encantadores. En uno de ellos, medio oculto entre palmeras, encontramos a un artesano local esculpiendo colibríes con los cocos. Con la mitad de cada coco, tallaba por separado las piezas. Le compramos algunos que nos preparó con cuidado para llevarlos en el equipaje de vuelta a España.

Fiesta The Alchemists en Cala Roca (West Coast)

Un día tan relajante en la playa nos preparó para afrontar una gran fiesta desde el atardecer hasta la madrugada. Se reanudaban las fiestas en el famoso restaurante de Cala Roca.https://www.calaroca.com/ Habíamos reservado con antelación las entradas para la fiesta del atardecer. The Sun Set es un auténtico festejo en esta isla cada día. Son todas diferentes, aunque precisamente la de este día fue algo pálida. Mi hermana Nuria y yo, no obstante, nos sentimos felices en esa suavidad que nos lanzó luego a un no parar de bailar.

Porque después de la pandemia del covid y los confinamientos había muchas ganas de diversión y lucimiento de gente guapa, muy guapa, algo que íbamos a comprobar enseguida. En el aforo y control de entradas fueron muy rigurosos: pasaporte y certificado de vacunación en regla.

Al llegar, observábamos con discreción un desfile de mujeres despampanantes, más arregladas que los hombres, que no llamaban tanto la atención. Gentes, de muchas naciones y lenguas. Miguel nos iba presentando a cantidad de amistades; conocimos a indios, norteamericanas, escoceses, chilenas, ingleses…pieles blancas, negras, rojas, en todos los matices. Empresarios, senadoras, músicos, terapeutas, actrices, miembros de Naciones Unidas y Unión Europea…No tardé mucho en sentirme como pez en el agua en una comunidad acogedora, diversa y estimulante.

Así, casi todo Barbados conoció a la «familia de Miguel» esa noche. Fue nuestra barbadiense presentación en sociedad. La indumentaria, unas, a la última moda; otros, más normalitos, pero arreglados todos. Conforme el sol iba cayendo y la juerga subiendo, ya nos mezclamos en un divertido encuentro al son de la música. Un simpático animador subido en un puf nos dirigía a golpe de abanico. Curiosamente, yo me había dejado el mío en casa por si resultaba fuera de lugar abanicarme al estilo andaluz, como aprendí de mi abuela Charo y sus hermanas. Creo que me habría atrevido a retarle, armada con un montón de carcajadas.

Sergio se volvió músico atizando timbales, Julia se hizo instagramer con gente famosa y Lucía conquistó la pista de baile con su gracia sevillana. Si queréis ver fotografías de tal juerga, están en la galería oficial The Alchemist

https://www.facebook.com/1094066620738354/posts/d41d8cd9/2569437616534573/

Una de las famosas que nos presentó Miguel con toda naturalidad, y que posó con nosotros como una más, fue Jalicia Nightengale, modelo y actriz afro-inglesa nacida en Barbados, que llama la atención por sus fantásticos ojos azules del todo naturales. Pongo este retrato suyo porque la fotografía que se hizo con nosotros salió movida.

Fue una noche trepidante de la que salimos muy bien parados, sorprendentemente, a efectos de resaca. Quizá porque bebimos con moderación solo ese maravilloso ron de Barbados con mucha agua y hielo. Eso sí, a la próxima fiesta me llevo una bolsa de frutos secos, porque lo que fue cenar, nada de nada. Y es que reír alimenta.

Estamos de lunes

Es lo que dijimos en aquella playa, el lunes 7 de marzo del 2022. Ahora, de vuelta a España, cuando comenzar la semana se presenta abrumador, recuerdo aquel lunes diciendo «estoy de lunes» para que la brisa marina del caribe me despeje la mente.

Miguel decidió sorprendernos y no contó adónde íbamos. Era una ruta por descubrir, fuera de lugares turísticos. Nos dejamos llevar.

Mi hijo Miguel, el mejor guía

Bottom Bay

La primera impresión -que nos impactó- fue desde arriba, donde dejamos el coche y nos asomamos al borde del acantilado. Descendimos por una empinada escalera en la que ya empezaron a verse fósiles. Barbados es una isla de coral que ha ido emergiendo, dejando un rastro petrificado que se apreciaba muy claramente en la costa atlántica.

Recorrimos la corta playa hasta una pequeña cueva en donde nos sentimos robinsones. Estábamos solos frente al océano, con botellas de agua y manzanas. Un sol tibio.

Sam Lord´s Castle

Descendimos por un camino aparentemente perdido a lo que parecía una playa recóndita. Sin embargo, pronto nos sorprendieron las ruinas que dan nombre a esa playa.

La histórica propiedad se construyó en 1820, fue un hotel y se incendió en 2010. Posteriormente, lo adquirió un grupo chino que actualmente está construyendo un resort, preservando las ruinas del castillo. Ver una mole de hormigón nos hizo caer el alma a los pies. Posiblemente, en pocos meses, habrá cambiado definitivamente el aspecto de esta playa, colonizada por cientos de turistas en masa. Me quité esa imagen de la mente disfrutando del sosiego del momento caminando despacio por la orilla, escuchando solamente el sonido del mar, sin voces.

A un ritmo calmado, cada cual iba explorando los rincones de arena, palmeras, agua y seres marinos. Sin prisa alguna.

La despedida de esta playa, antes de continuar nuestro recorrido, la hicimos con un brindis cervecero «estoy de lunes». No había chiringuitos, llevábamos una nevera en el coche con bebidas frías.

Shark Hole

En esta playa no había tiburones, a pesar de su nombre. Era muy pequeña, de agua fría y oleaje continuo, que iba mordiendo la roca afilando el perfil del tiburón.

Me asombró la arena de esta costa. No era fina, en contraste con las playas del suroeste. La cogí dejándola sentir en mi mano, tan crujiente, irregular y variada en forma y color. Fue una sensación táctil y visual que se quedó impregnada en mi memoria. Ese puñado me lo traje a España.

Final de la mañana en Cutters

Comimos en Cutters, un agradable y pequeño restaurante al borde de la carretera. Allí, presumen de tener el mejor flying-fish cutter (bocadillo de pescado) y el mejor Rum Punch de la isla. La salsa picante típica de Barbados es una opción solo para paladares acostumbrados.

Sobre los precios, conviene preguntar -si no lo especifican- si son dólares americanos o barbadienses. Y como en España no tenemos costumbre de propinas obligatorias, es recomendable no olvidar los porcentajes a los que allí sí están habituados. Te mentalizas pronto.

Muy contentos con nuestra experiencia de la mañana, disfrutamos de una comida realmente reconstituyente, ligera y sabrosa. Volvimos a casa, descansamos un rato y luego nos dispusimos a colaborar para una entrañable cena.

Pizzas caseras vegetarianas

Tocaba intendencia y fuimos a Popular Discounts (Kendal Hill, South Coast), un super donde no suelen compran los blancos. Bien abastecido, hacía bastante frío por el aire acondicionado. Era un comercio de barrio donde compra habitualmente Miguel. De nuevo, tuve la agradable sensación de no ser una turista, aunque llamaba mucho la atención la familia de Miguel al completo haciendo una compra familiar muy bien organizada.

Íbamos a tiro hecho para abastecernos para los desayunos, una cena de pizzas vegetarianas y los ingredientes del rum punch para hacerlo nosotros en puestas de sol playeras. Toda la familia preferimos la receta «punch» de los combinados de ron, ya que es menos ácida por llevar zumo de fruta, que elegimos al gusto ¡y sin olvidar la nuez moscada molida, un ligero toque final!

Estas pizzas exquisitas fueron especialidad de Matías, un regalo culinario que llevaba preparando desde el día anterior, haciendo una masa casera y la salsa de tomate. Cada uno elegía y combinaba ingredientes, una deliciosa mezcla creativa. Crujientes, finas, multicolor y sabor. Inolvidable esta cena en casa. Mil gracias, Matías. También se unieron Joha y Fer en sabrosa conversación. Las comimos con las manos, dejando que cayeran las migas al suelo del porche para que nuestros amigos pájaros desayunaran la mañana siguiente.

No os perdáis el próximo capítulo si queréis…

Más atardeceres, bucear junto a barcos hundidos, emociones multisensoriales en conciertos de jazz y Reggae, visitar una fábrica de maravillosa cerámica, recorrer el interior de la isla hacia el extremo norte, subir a un faro abandonado y bajar a una cueva.

Os espero para el último capítulo. Espero que sigáis disfrutando conmigo este gran viaje de la familia de Miguel.

Mar Morales Hevia

Autor Mar Morales Hevia

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