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Los árboles nos enseñan a ver el bosque

Editado en marzo de 2020, este libro espléndido ha supuesto un nutriente y cura para mi alma verde. En palabras de Manuel Rivas -que lo ha prologado- “Joaquín Araújo escribe con el acento de la verdad y la mirada fértil el mejor de los libros, el manuscrito de la tierra”.

En plena pandemia del coronavirus, estar en la Naturaleza es vida de alta calidad: nuestro origen, soporte y medicina. Los meses de confinamiento entre cuatro paredes hicieron mella en mi ánimo. Después de los aires rotos, puedo respirar a pleno pulmón rodeada de árboles, que son los fabricantes de la transparencia que respiramos. Me abro agradecida, muy consciente, a este regalo. La mitad de nuestra salud es la del planeta. Quiero gritar a los cuatro vientos la proclama de Joaquín Araújo: “Nada cuida más que cuidar de lo que nos cuida. Que la vida te atalante”.

El bosque salvador

Emboscada yo también, respiro, respiro, respiro, para sentir la vida. Nada como los árboles para darnos paz, ayudarnos a conectar con la Naturaleza y reencontrarnos con nosotros mismos. Comemos, bebemos y respiramos por la ingente tarea llevada a cabo por los elementos básicos de la Natura. Somos un bosque que un día echó a andar. El bosque es la mejor creación de la historia de la Vida. La más compleja, completa, necesaria y solidaria manifestación de la Biosfera.

Me adentro en este universo verde recorriendo con el autor en los capítulos de su obra el origen, lenguaje, belleza y necesidad de los bosques. Un fruto literario cultivado también a la luz de la ética y la poesía. Este tipo de libros tiene mucho que ver con mi propia esencia, por eso lo hago mío, admirando y agradeciendo la gran labor científica, humana y divulgativa de Joaquín Araújo.

Respiramos el alma verde de los árboles

Desde antiguo conocemos la importancia del contacto con la Naturaleza para nuestra salud física, mental y social. Aunque también la poesía y la belleza son alimento y medicina, los médicos que asumimos los estilos vitales saludables, nos alegramos de que se recupere, desde el rigor de la ciencia, la prescripción de Naturaleza a grandes dosis intravenosas. “El verde de los árboles es parte del rojo de mi sangre”, escribió Fernando Pessoa. Por la clorofila es verde el alimento de luz para las hojas, que desprenden el oxígeno captado por la roja hemoglobina que colorea nuestra sangre y da vida a todo el cuerpo, a todos los humanos, del humus.

La fiebre avisa

«El árbol es un monje zen que nada pretende y todo lo consigue». Consumismo y acumulación son los grandes enemigos de la totalidad de la Vida. Sus páginas, hijas también de los árboles, pretenden contribuir a que todo se queme menos y crezca más, a que sea posible que vivamos en paz con lo que más vive y permite vivir.

«Los árboles son la mejor medicina para combatir esa fiebre de la atmósfera que llamamos cambio climático». Con el coronavirus estamos enfermando, aunque las alertas de agonía avisan desde hace décadas. Ojalá este sentir del autor sea un revulsivo no solo a nivel individual y local, y actuemos con soluciones globales para enfocar adecuadamente un problema que lo es de todos los seres. ¿Podremos resintonizar con una vida sostenible, consumo responsable, reposo, justicia distributiva…? No somos dueños, sino administradores de una fabulosa y vital herencia. Aunque a fin de cuentas, lo que necesitamos es amor para cuidar de lo que nos cuida.

Mar Morales Hevia

Autor Mar Morales Hevia

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