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Zamora, una sorpresa monumental

Zamora es la ciudad española con mayor concentración de monumentos románicos, y está en la Ruta Europea del Modernismo.

Cruzo España en coche cada verano para ir desde Granada a mi tierra natal, Asturias. Pero lo hago en dos etapas para poder visitar otros lugares por el camino. Me encantan las ciudades medievales y el arte Románico y Zamora era la única ciudad castellano-leonesa que me quedaba por descubrir. Me gusta el Modernismo y no sabía que Zamora está incluida en la Ruta Europea del Modernismo. Así que mi doble sorpresa ha sido monumental. Zamora no se conquistó en un día; pero un día le bastó a Zamora para conquistarme a mí. Es una ciudad muy completa en arte, naturaleza y cultura a pesar de ser pequeña. Es como la hermana menor de las grandes y espléndidas ciudades castellanas. Aunque no por eso, deja de ser toda una joya.

Fundada en la edad del Bronce a orillas del río Duero, en plena Vía de la Plata que unía Mérida y Astorga. Sucesivas culturas se superpusieron: fenicios, romanos, árabes, cristianos. Se fue construyendo con buenas defensas; de ahí sus murallas que le valieron el nombre de “la bien cercada”. No es hasta el siglo X cuando, libre ya de asedios, se convierte en punto estratégico del reino de León y sede de la Corte. Comienza su esplendor, uno de los bastiones cristianos principales.

Del apogeo medieval han quedado muchas iglesias románicas. La principal, la catedral y su singular cúpula, donde se combinan el estilo románico  francés con influencias mozárabes. Zamora es el conjunto  de edificios románicos mejor conservados de Europa. El esplendor románico dio paso a una arquitectura civil de palacios góticos y renacentistas. A finales del XIX y principios del  XX irrumpió el Modernismo y se construyeron bellos edificios: teatros, casino, mercado de abastos, viviendas. Zamora es pues un referente arquitectónico interesante.

Hostería Real, estupendo alojamiento

Solo dispongo de un día, haciendo noche en La Hostería Real de Zamora, frente al hermoso puente románico de piedra sobre el Duero. Es un palacio rehabilitado, de hace 500 años, decorado con tallas góticas y pinturas del Renacimiento y Barroco.  Tiene unos baños judíos y un recogido patio claustral. Los jardines colindan con la muralla medieval de Zamora.

Inicio del recorrido: puente románico de piedra

Es un largo puente, pues ancho es el río Duero. Voy a un extremo para contemplar la ciudad desde la otra orilla, sembrada de playas urbanas, barcas serpenteando, y el agua que fluye mansa y profunda. Desando el camino despacio, saboreando la impresión del agua. Inicio la subida por la cuesta Pizarro hasta el centro de interpretación de ciudades medievales, que tiene también  una hermosa terraza con vistas.

Zamora-CentroInterpretacionMedieval
Centro de Interpretación de ciudades medievales

Llego a  la plaza fray Diego Deza: iglesia de San Ildefonso. Tuerzo a la izquierda buscando la oficina de turismo para conseguir información y mi inseparable plano de la ciudad.

Zamora-Plano

Hay un mirador espléndido sobre el río; me quedo un buen rato allí contemplándolo, con el eco de los versos de Raimon Carver.

“Me tomaré todo el tiempo

Que quiera esta tarde

Antes de dejar mi sitio

En la orilla del río.

Me gustan, me encantan los ríos.

Me encanta todo lo que crece en mí”

Catedral y Castillo

Construida entre 1151 y 1174, la Catedral de El Salvador es el monumento más importante de Zamora. Personalmente, me ha gustado mucho más la fachada posterior que la principal, que me parece una mezcla inarmónica de volúmenes y estilos. El cimborrio es el elemento más característico del conjunto y una de las más asombrosas creaciones del arte medieval hispano. Impresiona más verlo desde el interior, con sus 16 ventanas que forman el tambor, o exteriormente desde la torre del Homenaje del castillo; se aprecia la cúpula, de un curioso estilo bizantino.

El Castillo de Zamora fue el último reducto defensivo de la ciudad y está junto a la Catedral, en la parte más alta de un macizo rocoso. Rodeado de un foso, merece la pena subir a su gran Torre del Homenaje, un espléndido mirador desde el que contemplar la Catedral, el río y la ciudad. Y en sus alrededores, las murallas  son uno de los elementos que más carácter medieval confieren a la ciudad. No en vano a Zamora se la denomina “la bien cercada”. En el Castillo, sus piedras cuentan la historia de la reina Doña Urraca, de traiciones y lealtades del sitio y liberación de Zamora, del Cid cabalgando en persecución del zamorano que mató al Rey Sancho de Castilla…

Su rica arquitectura me desborda

Zamora-SanIldefonso

Desde la plaza tranquila plaza de San Ildefonso –en la que se aprecia una de las fachadas de la iglesia a la que debe el nombre-  tomo la Rúa de los Notarios, y encuentro a la izquierda la bella y elegante iglesia de la Magdalena, con las arquivoltas de la portada

Zamora-Viriato

La continuación es la rúa de los Francos, que desemboca en la plaza de Viriato, presidida por la gran escultura de quien fue el azote de los romanos (terror romanorum al oeste del Duero). Se recorta frente al Hospital de la Encarnación (siglo XVIII, hoy Diputación Provincial) A la derecha, me asomo a la plaza Claudio Moyano para descubrir en una pequeña plaza otra iglesita románica, la de S. Cipriano, coronada con un nido de cigüeñas, que hacen sonar sus picos sobre la ribera del Duero.

Frente a Viriato, otro palacio renacentista de los Condes de Alba de Aliste, con su característico patio. Actualmente, Parador de Turismo. Me produce gran deleite pasear por estas calles tranquilas, pequeñas y con espléndidos monumentos. Escasos pasos más adelante, desemboco en la calle Ramos Carrión, poeta zamorano (1845-1915) y autor de comedias y zarzuelas. Está su casa natal y enfrente el teatro que lleva su nombre. Entre sus obras más conocidas: «Agua, azucarillos y aguardiente».

Sigo despacio mi camino, intuyendo la Plaza Mayor, que se abre a la izquierda con una bellísima iglesia, la de San Juan Bautista, que me gusta más que la catedral, francamente.

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Iglesia de San Juan Bautista
Zamora-Merlú

En un extremo tiene la estatua del Merlú  que es la tradicional pareja de la Cofradía de Jesús Nazareno, congregantes a toque de tambor y trompeta para comenzar el desfile procesional de Semana Santa.

Frente a la iglesia se sitúa el Ayuntamiento Viejo, a su lado dos emblemáticas calles descendentes: Los Herreros y Balborraz. La calle de Los Herreros es un buen lugar de tapeo, y Balborraz me sorprende por sus coloridas fachadas y la particular pendiente; hay tiendecitas curiosas. Al principio, la casa de la izquierda me descubre la primera fachada modernista: la casa de Faustina Leirado, que me atrapa enseguida con su encanto.

Zamora-Modernismo
Casa de Faustina Leirado

Ruta del Modernismo Europeo

Tomo la calle Renova, en un recorrido por calles cómodamente peatonales, intuyendo con emoción la Plaza Sagasta, en donde espero descubrir más edificios modernistas. Poco antes, a la derecha, la calle Viriato ya tiene fachadas interesantes.

Zamora-Modernismo

A mediados del siglo XIX, Zamora vive un importante desarrollo urbanístico, debido a la llegada del ferrocarril y nuevas industrias que trajeron consigo una pujante burguesía. Las autoridades locales mejoraron la ciudad con el trabajo de arquitectos de gran calidad. A Francesc Ferriol, arquitecto municipal durante ocho años (1908-1916), que llegó de Barcelona, se le debe una gran cantidad de edificios modernistas. Yo voy a recorrer las principales calles de este conjunto de magníficos edificios, que se ha incluido en un exclusivo grupo de municipios que forman la Ruta Europea del Modernismo. Es un estilo con abundantes líneas curvas, materiales diversos, contrastes de color y decoración animal y vegetal.

Sigo hasta la cercana plaza Zorrilla, con una deliciosa escultura de una fuente rodeada de flores. Aquí voy a quedarme embelesada con los contrastes, pues me encuentro entre el Palacio de los Momos, renacentista del s. XVI, actualmente Palacio de Justicia, y el precioso edificio modernista del casino, de 1905.

Zamora-PalacioMomos
Palacio de los Momos
Zamora-Casino-Modernismo
Casino

Ya estoy en la calle Santa Clara -sigue siendo zona peatonal- la principal vía comercial de Zamora. A la izquierda, una hermosa iglesia románica: Santiago del Burgo, frente a la plaza del Mercado, que me sorprende también por su estilo Modernista, tanto del edificio del mercado de abastos como otros alrededor.

Estoy impresionada con esta ciudad. Su casco antiguo tiene una densidad monumental asombrosa. Tanta belleza me sobrecoge. He recorrido sus calles al anochecer y por la mañana temprano. Siempre que puedo, me gusta ver los lugares en esos dos momentos diferentes, pues cambian la luz, los sonidos, las gentes… y da tiempo para saborear despacio tantas sensaciones. A estas alturas del recorrido, ya estamos cansados y con enormes ganas de alimentar el olfato y el paladar.

Buscamos la zona de bares en el límite del casco antiguo, que genéricamente llaman “Los Lobos”, aunque habrá que ir a “El lobo” a tomar un pincho moruno (imposible entrar, a tope de gente) o a “El caballero”, donde sí pudimos degustar las patatas bravas mixtas, con un vino tinto de Toro (adonde iremos en otra ocasión). Aunque dicen los propios zamoranos que empiezan a acostumbrarse al vino blanco verdejo, de Rueda. Es mi vino favorito, de uva blanca 100% variedad Verdejo. Ya habíamos estado antes en Rueda, tradicional parada obligada, para comprar algunas botellas a una buena relación calidad-precio.

Para mí, viajar es sobre todo un impacto estético y emocional

Aunque suelo recoger una previa información para orientarme y elegir mis recorridos, prefiero documentarme después, y así permitir la sorpresa y no crear expectativas, que tanto interrumpen la mirada de una primera vez. Y es que las impresiones no se captan solo con la vista; el corazón también entiende. Luego, la cabeza analiza, estudia y conoce a su manera. Se forma así un todo apasionante en mi alma viajera.

Zamora-PuentePiedra

De recuerdo material, me llevo un marcapáginas con el rosetón emblemático y un queso de oveja ganador del último premio. Ver el puente de piedra iluminado, justo delante de nuestro hotel, es el broche para un final de jornada memorable en Zamora. Sus ojos han visto pasar siglos de historia. Los míos, seguirán viajando.

Mar Morales Hevia

Autor Mar Morales Hevia

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