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Comer de sobras, así lo llamaba mi madre. Con la comida que sobraba, se hacía un nuevo plato. Había que echarle imaginación, rebuscar en la nevera y quizá cocinar algo complementario. Entonces, toda la familia comía lo mismo. Mi madre me enseñó bien; cocinaba de todo. Ahora, a veces hay que cocinar diferentes platos: para los vegetarianos, quienes siguen un régimen, los alérgicos, los intolerantes (¡qué mal suena eso, excluyamos a los caprichosos!) al gluten, la lactosa…

En mi infancia se aprovechaba todo mucho más que ahora. Las cosas que se rompían se arreglaban y duraban varios años más. No existía la obsolescencia programada ni la filosofía de «usar y tirar». Se guardaban los plásticos para volverlos a utilizar, íbamos a comprar con el envase de vidrio y al peso, todo en la misma bolsa de la compra. El papel de los sobres se recortaba para escribir la nota de la compra. Había menos ofertas de alimentos y un espíritu de economía heredado de la escasez de las guerras. Se aprovechaban y compartían mejor los recursos. Al menos, es lo que ocurría en mi familia, la andaluza y la asturiana.

La cultura de mis abuelos me educó en algunos valores que ahora es necesario recuperar . «Tirar la comida es pecado -decía mi abuela cada día- con la de gente que hay en el mundo pasando hambre«. Había bastante pobreza cercana y conciencia de la lejana, a pesar de no existir internet. La mayoría de las mujeres sabían cocinar y le dedicaban tiempo, imaginación para aprovechar recursos, amor y humor cuando podían.

Hoy, incorporamos otros valores. En alimentación, la generación joven (bueno, no todos) defiende la sostenibilidad, los principios ecológicos y la justicia social. Algunas mujeres y hombres saben cocinar y valoran la comida saludable, aunque van escasos de tiempo intentando conciliar trabajo, vida personal y laboral. Paralelo a ello surgen las «Mamá taper» o «ven a comer de vez en cuando a casa«. Yo me siento satisfecha de que tanto mi hija como mi hijo comieran de todo y ahora cocinen de casi todo lo sano.

El otro día guisé un cocido de carne, verdura y garbanzos. Y ya puestos, una olla entera. Al día siguiente hice sopa y preparé la carne con unas patatas y la verdura rehogada con ajos. Cada cual elije su menú. Al tercer día, ¡seguía sobrando carne! Así que esta es mi sugerencia para hoy

Comida del tercer día. Macarrones y croquetas

Cuezo los macarrones: bastante agua, sal y 2 hojas de laurel. Con 200 grs es suficiente para 4 personas. Al dente y después pasados por agua fría tienen un índice glucémico menor; es decir, engordan menos y son mejores para regular los niveles de glucemia. Este principio es importante para prevenir la diabetes tipo II, que suele aparecer en los adultos conforme nos hacemos mayores si no cuidamos la alimentación ni hacemos ejercicio.

No suelo pesar los ingredientes, salvo que se requieran proporciones exactas. La experiencia hace que puedas tener una medida «a ojo», que suele ser un puñado por persona (de pasta, cereales, legumbres, frutos secos…) La comida que te cabe en una mano es lo que se recomienda para el «hambre real, la fisiológica», solo un cuenco completo de comida sería suficiente.

Hago dos salsas: es lo que me lleva más tiempo

  • salsa de tomate: tomate, cebolla, sal, orégano y albahaca
  • salsa bechamel: harina, aceite OVE, leche, sal, nuez moscada. Esta es más laboriosa, hago una más líquida y otra más espesa para croquetas. Suelo echar una cucharada sopera colmada de harina por persona y plato. 4 cucharadas requieren aproximadamente 1 litro de leche, que ha de echarse poco a poco caliente y sin dejar de remover. Echa la leche según va pidiendo la masa. Añade la carne muy picada. Mezcla bien.

Preparo la mitad de los macarrones para opciones vegetarianas: con salsa de tomate y queso, con salmón marinado y alcaparras.

Y la otra mitad, ¡macarrones de toda la vida! al estilo de mi madre

Mezclo los macarrones con la salsa de tomate y parte de la carne muy picada con las tijeras. Los coloco en una fuente de horno y echo por encima la bechamel ligera, queso rallado y a gratinar.

Parece de chiste, o un milagro de multiplicación, pero aún me queda ¡para unas croquetas!

La bechamel de croquetas necesita más tiempo, hasta que se despega fácilmente del cazo. Viértela en un plato plano hasta que enfríe unas horas. Luego puedes aplastarla con el tenedor y moldear cada croqueta con dos cucharas. Yo las rebozo en pan rallado, huevo batido, y al final de nuevo pan rallado. Se fríen cubiertas del aceite, bien caliente, para que no se rompan.

Una fuente de croquetas me parece de los platos más tiernos y sabrosos para comer en familia.

Mar Morales Hevia

Autor Mar Morales Hevia

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