Skip to main content

En estos días, la prudencia y responsabilidad nos permiten asumir riesgos para vacunarnos -artísticamente- contra los pandémicos estragos. Pues sí, ellas me han llevado al reencuentro social en un espacio cercano de sosiego, arte y belleza: el Monasterio de San Jerónimo en Granada. Confiando en que mejoren las perspectivas para todo el mundo, me lanzo a la reconquista de las visitas culturales en buena compañía. Estoy desentrenada en eso de arreglarme para salir. Me faltan caminos para tantos zapatos o me sobran zapatos para los caminos de esta larga pandemia. Granada invita de nuevo a los paseos.

Canalizando el impulso alegre del abrazo en otras maneras de comunicarnos con afecto, nos hemos conocido o reconocido un reducido grupo de estudiantes universitarios del Aula Permanente. Sagrario Luna, licenciada en Arte, nos ha regalado sus explicaciones. Ha sido un reencuentro emotivo y con la sorpresa de la presencialidad después de tantos meses de trabajo y sesiones online en tan dura época del coronavirus. Los delegados y delegadas han contribuido a esta anhelada coincidencia informal. Muchas gracias por esta alegría.

El Monasterio fue fundado por los Reyes Católicos para la Orden Jerónima en Santa Fe, pero dadas las pésimas condiciones en que quedó el lugar después de haber servido de base a un ejército, los frailes se mudaron a la capital granadina a una finca que había pertenecido al Rey Boabdil, en 1504. Fue encargado de las obras Jacobo Florentino, a quien sucedió el insigne escultor y arquitecto Diego de Siloé, naciendo la gloriosa escuela de escultura andaluza. El nuevo maestro comenzó a trabajar en 1528 transformando la estructura gótica en renacentista, pues la duquesa de Sesa, viuda del Gran Capitán, pidió a Carlos V La Capilla Mayor como panteón familiar.

Con las dos grandes calamidades contra el arte en el siglo XIX: la invasión de los franceses y la desamortización, se expulsaron a los monjes, arruinándose el Monasterio, que se convirtió en cuartel de Caballería. No fue hasta 1958 que comenzó su restauración, impulsada por Sor Cristina de Arteaga, bajo la dirección del arquitecto Fernando Wilhelmi.

Si nos aproximamos desde la desembocadura de la calle Duquesa, ya impresiona la magnitud del monumento, destacando el escudo del Gran Capitán y su esposa, sostenido por dos guerreros, labrado bajo la dirección de Florentino y en la parte superior central figuras de la Fortaleza y la Industria (acción).

En la fachada, de tres cuerpos, destaca el relieve de San Jerónimo, el escudo de los Reyes Católicos y una hermosa decoración plateresca que enmarca la ventana de lo alto, con el exquisito arte de Siloé.

El centro del claustro lo ocupa un jardín de naranjos. La construcción es de un gótico ya en decadencia, con arquerío semicircular apoyado en robustos capiteles y fustes. Hay un segundo claustro, hoy de clausura de las Monjas Jerónimas, que fue albergue de la Emperatriz Isabel y el Emperador Carlos V en su viaje de bodas. Adjunta, la espléndida escalera del Monasterio. Pueden recorrerse en esta planta varias galerías, así como el refectorio, con valiosas tallas de madera policromada, lienzos y sillería de nogal.

Entrar en la iglesia produce una impresión extraordinaria. La policromía de sus muros representa monstruos, guerreros, personales fantásticos, que gesticulan, rezan o cantan. Es de una sola nave con un grandioso retablo de tres hojas que corresponden a cada uno de los tres muros de la capilla mayor. Obra del arquitecto y escultor burgalés Diego de Siloé, con quien Granada tiene una enorme deuda de gratitud. El fue uno de los primeros artistas del Renacimiento en España, y a quien debemos también nuestra Catedral.

Siempre que puedo vuelvo a visitar los lugares que me gustan; para seguir documentándome, hacer fotos que se me escaparon o encontrar momentos de saboreo solitario. Así que estuve esta mañana de frío domingo, acompañada del libro de nuestro querido y gran Marino Antequera «Unos días en Granada», aprovechando que la iglesia se abre al culto a las 10h y se puede disfrutar del canto gregoriano de sus monjas. La lluvia hacía brillar las piedras y la flor del granado.

Mar Morales Hevia

Autor Mar Morales Hevia

Más artículos de Mar Morales Hevia

Únete a la conversación 2 comentarios

  • Maria del Sagrario LUNA POLO dice:

    Muchísimas gracias Maria del Mar, por acompañarnos, por nómbranos ,por agradecernos y por formar parte de este maravilloso proyecto que es el Aula permanente de formación de adultos., la cual realiza una esplendida labor social con los mayores.
    Necesitábamos ,volver a encontrarnos ,¡ha sido genial’!.
    Agradezco tu entrega y solidaridad para con nosotros. Esperamos que nos acompañes en próximas salidas en las cuales seguiremos disfrutando de nuestra maravillosa ciudad .Un abrazo y gracias de nuevo.

  • Antonio De Dios dice:

    Es un verdadero placer que nos acompañes y leer tus comentarios que siempre aumenta la motivación, impulsan la relación social, disfrutamos y nos haces reflexionar para crecer en lo positivo del día a día
    A por la próxima 👍👏👏👏👏

Dejar un comentario